sábado, 16 de abril de 2016

Descubrí


Reprimida de viajes, reprimida de experiencias, reprimida por la desigualdad de mi propio sexo, reprimida porque me hicieron creer que tengo límites, reprimida porque me dijeron que solo era una cara bonita, un cuerpo sin alma, un alma sin ser.

Encontré un mundo con mundos mágicos, con mágicos colores, de mágicos sabores, con mágicas personas y con mágicas diferencias.

Que en cada persona, en cada animal y en cada ser vivo, se puede encontrar a DIos, que Dios es parte de nosotros como nosotros somos parte de él, por lo tanto, hay divinidad en todo y en todos. Que cuando yo agredo a alguien, no sólo me agredo a mí, si no que agredo a todo el mundo.

El amor, el deseo, la cercanía con las personas, una charla con una amiga, un café a cualquier hora del día, un té para curar el alma o el fumar un cigarro; son momentos que ninguna fortuna podrá cambiar para poder satisfacerme.

Descubrí la pena y la vergüenza que siento por los que no pueden encontrar consuelo con un libro, con la poesía o el arte;
con los que se la pasan la vida haciendo, en lugar de encontrar la plenitud en un beso, una caricia o una palmada en la espalda.

Descubrí que todos opinan de la vida de todos, pero que realmente nadie sabe cómo vivir la suya.

Que unos cuantos se atreven a desafiar las leyes, a desafiar las normas; y otros, sólo se quedan con el deseo de libertad, libertad del consumismo, del capitalismo, libertad de querer ser locos, libertad de poder soltarse y sacudir el pelo, libertad de poder decir: "soy lo que soy y estoy orgulloso de serlo"; libertad de no tener que adquirir un título, un carro o un estilo de vida "apropiado", libertad de decir: "¡estoy cansado, estoy desgastado... necesito ayuda!"

Pero también descubrí, que todos estamos de acuerdo en querer gritar: BASTA.


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